Responsabilidad

Las miserias del mundo están ahí, y sólo hay dos modos de reaccionar ante ellas: o entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de hombros y decir que no está en sus manos remediarlo —y esto es cierto—, o bien asumir que, aun cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que comportarnos como si así lo fuera.



sábado, 14 de mayo de 2011

LA GUERRA NUNCA ES LA SOLUCIÓN

Una nueva guerra: la guerra humanitaria.

La primavera árabe que ha vivido el mundo islámico en los últimos meses tuvo un detonante común: el reclamo de mayores libertades por parte de una sociedad civil ahogada bajo gobiernos corruptos y opresores. Las protestas masivas provocaron en el conjunto de la región movimientos políticos de gran envergadura. Éstos significarán en un futuro un cambio drástico en la concepción del poder que hasta entonces parecía encontrarse muy alejado de la realidad del pueblo. Si hasta entonces occidente miraba a la sociedad árabe como una masa socialmente dormida, o como peligrosos radicales islámicos, ahora toma nota ante un ejemplo valiente de acción social donde parece que por primera vez el pueblo toma las riendas de su futuro.
De Rabat a Manama pasando por Argel, Túnez, El Cairo, Jartum, Ammám, Damasco, Bagdad y Riad o Saná, nada es ya lo que era. Actualmente las situaciones podrían clasificarse en cuatro: las dos primeras revoluciones, la tunecina y egipcia, consiguieron de forma pacífica el derrocamiento de sus dictadores y actualmente se encuentran en vías de democratización; varios países con regímenes muy autoritarios, donde el cumplimiento de los derechos humanos son internacionalmente cuestionados, Marruecos, Argelia, Jordania, Arabia Saudí y Omán, han decidido introducir cambios más o menos importantes en un intento de apaciguar las protestas; y finalmente, algunos dirigentes, en Bahréin, Siria y Yemen, han preferido reprimir con extremada violencia a los manifestante, su propio pueblo. Un caso extremo lo constituye Libia. Allí el coronel Gadafi inició una fuerza de represión de extremada violencia, donde los manifestantes, junto con determinadas facciones del ejército sublevadas se armaron para comenzar, en condiciones muy desiguales, una guerra civil por el control del territorio del país. Ante el peligro de que los insurgentes fuesen masacrados, el 17 de marzo se aprueba una resolución de la ONU que autoriza a “tomar las medidas necesarias para proteger a las poblaciones civiles” mediante el “establecimiento de una zona de exclusión aérea”. Eufemismos cuya traducción revela la legalización de una guerra aérea.
¿Quién puede creer todavía que los Estados consagrarían sus propios ejércitos al establecimiento de la democracia? Las últimas guerras que respondían inicialmente a este pretexto comenzaban con resultados relativamente alentadores, ampliamente difundidos por los medios, para continuar sumiéndose en un absoluto caos de intereses, situaciones peligrosas y goteo incesante de muertes absurdas.
Lo más peligroso de esto es constatar que la intervención aprobada por la ONU en contra del régimen de Gadafi confirma algo, y es que el derecho internacional no establece principios claros cuya violación significaría una sanción en cualquier lugar del mundo.
La secuencia de acontecimientos delata lo que constatábamos como evidencia, que los países responden única y exclusivamente a intereses estratégicos bien sea de índole económica o política, mientras tratan de hacer creer que sus acciones responden a llamadas de la democracia o la solidaridad. El oportunismo político es, por lo tanto, el hilo conductor de los sucesos que se describen a continuación.
En un inicio, la gran fuerza de las revueltas sorprendió a todos los gobiernos sin excepción, que se sumieron en el mayor de los mutismos e incluso protestaron por ver hundirse a sus viejos amigos dictadores. Todavía más inverosímil y revelador fue el silencio de Latinoamérica. La realidad es que la mayoría de sus gobiernos, referentes de la izquierda más contemporánea habían llegado al poder de una forma muy similar, ante el pulso declarado por la sociedad a las antiguas dictaduras militares de Argentina o Bolivia, o de la misma forma a través de importantes movimientos sociales en como en Venezuela o Brasil.
Suscribo ahora a Ignacio Ramonet en su análisis del tema latinoamericano, cuando al describir el “silencio en el que cayeron los países latinoamericanos cuando la revolución árabe se extendía a países inscritos en el socialismo árabe, siendo dos los motivos de tal actitud: precaución con respecto a acontecimientos alejados del centro de interés o expresión de un malestar político frente al riesgo de perder aliados estratégicos en su lucha antiimperialista”. Comenta el periodista que intelectuales avisaron de inmediato de dicho peligro, pues significaría caer en el peligroso océano de la “Realpolitik” contrario al mensaje bolivariano, cediendo a la relación entre Estados mayor importancia que a la de pueblo en lucha.
Con sus declaraciones iniciales, en las que se consideraría “un cobarde si condenara a quien ha sido amigo de Venezuela durante tanto tiempo”, Hugo Chávez como tantos otros dirigentes latinos han querido ver en el enemigo de su enemigo un posible aliado, perdiendo la oportunidad de presentar las similitudes de las revueltas árabes con sus propios movimientos revolucionarios.
La resolución de la ONU a iniciar una intervención armada llega antes de haber agotado todas las vías diplomáticas y dibuja un cuadro de hipocresía muy claro. Gadafi es bombardeado porque es débil, no posee armamento nuclear ni la amistad de países influyentes. Gadafi está solo y la exportación de petróleo no se verá alterada si son nuevos aliados estadounidenses, franceses o británicos los que controlen su exportación. Libia necesita la tecnología occidental esté o no el coronel en el poder. La clave es mantener bien clara la presencia de los países interesados en el territorio para que no se produzcan cambios que alteren las relaciones económicas actuales.
Es vergonzoso que se inicie una guerra en el nombre de occidente dibujándola como humanitaria. En sí ambos términos resultan contradictorios. La protección de civiles obliga al bombardeo de objetivos militares, es decir, a soldados, que en este caso han sido obligados a cumplir como tal, y que a su vez están mezclados con población desarmada. Se puede tratar de preparar una “guerra perfecta” (la asociación de términos resulta escalofriante), pero la masa de muertes, bien sean soldados libios de uno u otro bando, con mayor o menor conciencia de su posicionamiento en la lucha, será consecuencia de una resolución de la ONU.
Que no se hable de intervención moral, porque a la vista de todos están los ejemplos de intervenciones extranjeras en Kosovo, Somalia y las más recientes, Irak y Afganistán. Son muestras de la ineficacia de la guerra para solucionar conflictos, por la propia incongruencia de los términos y porque los conflictos acostumbran a ser demasiado complejos para una solución a medio plazo.
No se explica tampoco que siendo esta incursión definida como humanitaria, por qué los países no asistieron a los palestinos de Gaza, cuando fueron atacados de forma abrumadora por tanques israelís en la Operación Plomo Fundido, en una situación de indefensión mucho más clara que la de Libia; por qué se permiten claras violaciones de los Derechos Humanitarios a la vista de todos tanto en la Franja como contra los saharauis por parte del Gobierno Marroquí en éste país; por qué los muertos en Siria son menos importantes que los libios, qué ocurre con la desproporcionada respuesta del gobiernos de Yemen o la intervención militar saudí en Bahréin contra la indefensa facción chií.
La nueva guerra humanitaria inventada por occidente ha puesto de manifiesto determinadas evidencias: la ignorancia o indiferencia ante la verdadera situación de los Derechos Humanos en países con los que se mantienen lazos diplomáticos intactos (Maruecos, Israel, Egipto, Guinea Ecuatorial...); la ineficacia de la guerra como método de resolución de conflictos, el poder de los medios de comunicación, cada vez más al servicio de los intereses de los Estados que de la sociedad, donde se generan visiones distorsionadas de las realidades sociales y políticas, o el limbo de la actual legalidad internacional anteriormente comentada, donde una organización como la ONU, diseñada para lograr la abolición de conflictos armados, determina una resolución que legaliza una guerra que a día de hoy continúa con un incesante goteo de víctimas y no contempla ninguna solución en el horizonte.

domingo, 24 de abril de 2011

We can do it!




Podemos hacerlo!! Y vaya si pudieron!!

Bajo esta imagen se esconde la mujer de carne y hueso Geraldine Hoff Doyle, en la que se basó el artista fotógrafo J. Howard Miller para retratar al símbolo feminista de Rosie la remachadora.

Pequeno menino portugues correndo




Estas fotos las sacó mi hermana en nuestra visita a la Expo de Lisboa. Concretamente el niño corre bajo la gran cubierta del edificio de Álvaro Siza, el pabellón de Portugal.

sábado, 23 de abril de 2011

Lisboa é uma cidade bela






Viaje a Lisboa. 17 Abril.

Lisboa es una ciudad bella. Pero goza de una belleza diferente. Una belleza que surge del desorden, de lo antiguo, de lo que permanece intacto a través de los años.
Al tiempo que recorres Barrio Alto te preguntas cómo pueden estar vacías tantas casas preciosas. Guardan un encanto particular que surge del color, de las formas estrechas, de las puertas bajas en madera. Lisboa tiene encanto, tiene estilo, y tiene vida. Tonalidades pastel en su mayor parte que consiguen que lo imposible sea natural y sencillo. Un conjunto contínuo de edificios bajos de distintos tonos que de alguna forma encuentran el equilibrio. Es fácil encontrar el encanto de lugares casi abandonados. Donde surge un paso bajo entre dos edificios se encuentra un rincón con historia. Y la luz... la luz es algo diferente. Lo percibimos el primer día. ¿No os parece que la luz de esta ciudad es distinta? Sí. Lo es, yo también lo he notado. La cámara lo nota, en esta ciudad las fotografías toman un "aire" particular. Y el mar... Subir al Castillo de San Jorge en un tranvía amarillo y antiguo. Cuestas empinadísimas... ¿podrá este tren viejo ganar a la gravedad? Creo que han dejado subir a demasiada gente. Mejor no mirar abajo. Pero se llega al fin. Entonces encuentras los lugares altos desde los que lo ves todo. Una nueva perspectiva para reconocer el conocido desorden. ¿Caos? Si el caos tiene encanto entonces llamémoslo así. ¡Hay que pagar para entrar al Castillo! ¡De eso nada.... además estamos cansados de subir, subir, subir... así que iniciamos el descenso de una vez. ¿Hemos pasado antes por este sitio?, porque a mi no me suena... No, esto es nuevo, estamos bajando por otro lado, descendemos por el otro lado de la "colina". Qué lío, creo que no entiendo bien cómo es esto... A ver, el río Tajo y dos colinas a los lados... lo bajo, es Baixa Lisboa, hacia la derecha (mirando el mapa) está Barrio Alto, en una colina, y más hacia la derecha Alfama (¿la zona de marcha? Sí, ésa). Es imponente comprobar cómo se construye una ciudad manteniendo una geografía de tal calibre. Es auténtica también por esto, casas sobre un par de montañas altas desde las que puedes ver el mar, (o era el Tajo?). Mejor no preguntar, van a pensar que no me entero...
Un momento inolvidable, la cena en un estaurante de fados. El vino blanco hizo su efecto y nos lanzamos al canto de la conocidad cancion de soidade, donde en la mayoría de los casos una mujer se siente abandonada por su hombre, o donde se canta a la hermosa Lisboa... Un regio hombre alemán de mirada ausente resultó ser un barítono exquisito, y llegada la hora dio rienda suelta a un canto "de acompañamiento" muy sentido. Aquella tendencia debía haber sido hasta entonces silenciada. Sus familiares lo observaban boquiabiertos... Yo no me extrañé en absoluto, de ninguna manera! Al fin y al cabo, Lisboa é uma cidade bela.