Responsabilidad

Las miserias del mundo están ahí, y sólo hay dos modos de reaccionar ante ellas: o entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de hombros y decir que no está en sus manos remediarlo —y esto es cierto—, o bien asumir que, aun cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que comportarnos como si así lo fuera.



miércoles, 8 de diciembre de 2010


Artículo 13 de los DDHH, “toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, y de regresar al propio”

Artículo 15 de los DDHH, “toda persona tiene derecho a una nacionalidad”

Artículo 17 de los DDHH, “toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectiva. Nadie será privado arbitrarimente de su propiedad”

Al mismo tiempo que la Carta de los Derecho Humanos era redactada por la ONU, dirigentes sionistas se reunían en Tel Aviv para planificar la ejecución de la limpieza étnica palestina. Dicho plan tenía un nombre propio: Plan Dalet. Definitiva versión de proyectos anteriores mucho menos contundentes. Pero esta vez estaba claro: “Los palestinos tenían que irse”. Desde la aprobación del Plan en Mayo de 1948 comienza el proceso todavía hoy en curso por el que seis meses más tarde más de la mitad de la población nativa Palestina, unas 800.000 personas, fueron sistemática y planificadamente desarraigadas mediante la consecución de actos de limpieza étnica en nombre de la creación de un estado Judío. Internacionalmente transmitida como “revuelta palestina”, los hechos se mostraron confusos para la opinión pública en una información unilateral y distorsionada.
Nadie entendería entonces exactamente qué ocurría. No importa. Una guerra más en Oriente Próximo.
El 11 de Mayo de 1949 Israel firma la Carta y entra a formar parte de la Organización de Naciones Unidas. Al tiempo que entra en la Organización está violando más de la mitad de los artículos que firma.

“En la opinión de quien escribe, limpieza étnica es una política bien definida de un grupo particular de personas para eliminar sistemáticamente de un territorio a otro grupo de personas por razones de su origen nacional, grupo étnico o religioso. Una política violenta y, con frecuencia conectada con operaciones militares. Se considera que ha de llevarse a cabo por todos los medios posibles, desde la discriminación hasta el exterminio, e implica violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario”

Drazen Petroic, European Journal of Internaional Law

No estamos lamentando la despedida
no tenemos el tiempo ni las lágrimas
no aprovechamos el momento de la despedida
¡vaya! Es la Despedida
Y nos hemos quedado sin las lágrimas

Muhammad Ali Taha (1988), refuiado de la aldea de Saffuriya

El conflicto palestino- israelí ha sido siempre visto por occidente como una lucha irresoluble, de difícil posicionamiento, inentendible por los que no forman parte y sienten el conflicto. Pero la realidad es muy sencilla. Propongo cierta perspectiva histórica para justificar la idea de limpieza étnica, así como ciertas comparaciones que considero inevitables con demás conflictos de trazas similares, que permitirán justificar lo que considero un problema de raíz colonial transformado de forma perversa en un problema de refugiados.

“En una limpieza étnica la explotación predice la expulsión” Ilaan Pappé, hisoriados israelí

Dicho origen colonial se remonta a tiempos del Imperio otomano, donde una población campesina palestina era explotada en un sistema feudal agrario. Se le imponía la dura carga de tener que pagar las deudas militares otomanas. Su inserción en los intercambios globales supondría la caída a región periférica vulnerable y dependiente. Se producía un proceso de ahogamiento fiscal progresivo que obligaba a la venta de sus propias tierras. Posteriormente, con la colonización británica se ponía en marcha una gigantesca maquinaria de registro, endeudamiento y retención de tierras que permitiría la necesaria privatización del suelo. Sólo la propiedad privada podría ser vendida a los nuevos colonos judíos tras la Segunda Guerra Mundial. La estrategia colonizadora progresiva dio sus frutos y la propiedad del suelo de la tierra de Palestina pasó de pertenecer a los judíos en un 3,9% en 1914 a un 90% en 1961.

Pero profundicemos en el hecho de la colonización británica y su contribución al conflicto actual. El Mandato se convierte en cómplice de la situación al llevar a cabo ventas de terrenos expropiados a los campesinos palestinos, incapaces de satisfacer el pago de elevadísimos impuestos establecidos para el trabajo de las mismas. Cónsules, mercaderes y familias enteras se enriquecen a costa del expolio del pueblo árabe.
El sentimiento de culpabilidad europeo por la barbarie del Holocausto lleva al Estado británico a cometer graves errores en la promesa de un territorio para el pueblo judío, anhelante de una tierra donde poder finalmente poner fin a un exilio permanente.
El milenario problema judío y su reclamo de la tierra prometida se ve resuelto de la peor forma posible, ante la inexistencia de un consenso con el pueblo palestino habitante de este territorio en torpes gestiones diplomáticas del Mandato británico.


Casi sin darse cuenta los palestinos se encontraron ante El Plan de Partición de Palestina (1949), el cual legalizaba la colonización judía cediéndoles de forma oficial el 55% del territorio. Ante la negativa palestina al Plan, y el consecutivo abandono de la colonia y de la responsabilidad sobre la situación generada por parte de los británicos, el conflicto se hace inevitable. Tras sucesivas guerras árabe- israelí, la situación empeora para los palestinos, que se afincan en limitados territorios ocupados militarmente hasta los Tratados de Paz de Madrid, que significan la estabilización de una situación en la que los Territorios Palestinos son relegados a la estrecha Franja de Gaza y la región de Cisjordania. Ahora la perspectiva ha cambiado, y los palestinos se ven obligados a luchar por la libertad de los Territorios Ocupados, por un 10% de lo que entes de 1947 era su propia tierra.

Por ello, la ONU también se convierte en cómplice de una situación de injusticia cocinada a fuego lento, por la irresponsabilidad que supone la justificación legal de una limpieza étnica a través del Plan de Partición anteriormente citado. Por convertir un problema político en un problema humanitario y moral, distorsionando la gravedad y dimensiones iniciales del conflicto. Por ceder a la presión estadounidense que mantiene a Israel en un estado de impunidad permanente.

Toca extrapolar el problema, y el primer conflicto actual de dimensiones muy distintas pero de similar estructura en la secuencia anteriormente propuesta: colonización, conflicto territorial y posterior transformación a situación de crisis humanitaria es la actual situación del Sahara Occidental. De nuevo los mismos componentes: un conflicto estancado de índole política poscolonial, esta vez con España como nación desencadenante, transformada en crisis humanitaria, distorsionada por una cortina de humo de desinformación periodística.

Las similitudes históricas son evidentes. España favorece con el inminente abandono de la colonia en 1975 una situación de inestabilidad e indefensión para el pueblo saharaui. La indeterminación legal en las resoluciones de la ONU, que condenan una posible invasión marroquí, pero no concreta términos de autodeterminación saharaui, generan el clima propicio para una rápida e inteligente acción marroquí. A través de la Marcha Verde orquestada por Hassan II, 325.000 civiles y 25.000 militares alcanzan la frontera con territorio saharaui en un intento de “presión pacífica”, donde la escasa información periodística impide el conocimiento de acciones militares y muertes en territorio saharaui. Finalmente España se da por vencida y abandona el territorio, renunciando a su deber como potencia colonial de garantizar la autodeterminación de los saharauis. La resolución que había sido alcanzada por el Tribunal de la Haya, donde se negaba el derecho de Marruecos sobre el territorio se ignora y olvida, firmándose en secreto acuerdos en Madrid por los que el territorio se divide entre Marruecos y Mauritania. España consigue salir por fin de una ecuación que tiene como resultado una guerra de 16 años por los territorios saharauis. Las invasiones marroquíes por el norte y mauritanas por el sur generan un éxodo masivo de la población saharaui en dramáticas e inhumanas circunstancias. Perseguidos por un enemigo mucho más fuerte cruzan el desierto hacia Argelia haciendo miles de kilómetros en días. Cientos de civiles indefensos mueren en la huída antes de alcanzar los campamentos al otro lado de la frontera. Algunos de ellos, como el campamento de Um Draiga, fueron intencionadamente atacados por fuerzas marroquíes.

De nuevo un problema político y territorial se ve abocado a un dramático problema de refugiados, estancado e irresoluto en el tiempo se convierte en una situación de ocupación permanente en términos de ilegalidad. Con la construcción de un muro de la vergüenza de más de 2.700 kilómetros Marruecos se anexiona los dos tercios del territorio Saharaui donde se encuentran ricos yacimientos de fosfatos y la totalidad del límite costero. Los saharauis son relegados a yermas zonas desérticas donde sobreviven en campamentos de refugiados. A pesar de que la República Árabe Saharaui Democrática es reconocida por diversos organismos internacionales y 54 países, se erige hoy como estado sin nación, a la espera de que las leyes internacionales le devuelvan el territorio que le pertenece.

La situación de la Franja de Gaza y de los campamentos saharauis son un claro ejemplo de aberración al Derecho Internacional, ya que se niega a sus habitantes el derecho a una vida digna. La posibilidad de desarrollar un proyecto vital y tener aspiraciones futuras es impensable, ya que la principal ocupación es encargarse de sobrevivir al día a día.

En Gaza, durante 40 años de ocupación el nivel económico de los palestinos ha descendido alarmantemente y un 85% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, con un acceso a la educación y a la sanidad extremadamente limitado. Israel ha generado una situación de subdesarrollo a través de la destrucción de la industria y la exportación palestina. Las consecuencias de dicha política de castigo colectivo proyecta una peligrosa situación en el horizonte, ya que limitan las posibilidades de reconciliación de ambas partes, una paz que cada vez se ve más lejana. De nuevo Israel consigue la pérdida de una perspectiva global. Ya no se lucha por el cese de la ocupación, si no por conseguir el acceso de una mayor cantidad de ayuda humanitaria. Las nuevas generaciones crecen conociendo el miedo y la miseria, produciéndose una inevitable radicalización civil.
Más de mil personas fueron masacradas durante la incursión del año pasado, ¿en nombre de una seguridad para el pueblo israelí? ¿Quién protege ese derecho para los palestinos?

Israel consigue continuar ante la mirada del mundo con la limpieza étnica del pueblo palestino iniciada con la primera Nakba, mientras que el pueblo saharaui continúa esperando en el exilio la vuelta a su tierra y el reconocimiento de un derecho proclamado a la autodeterminación. Israel continúa participando plenamente en la Asamblea General de Naciones Unidas, utilizando su relación económica con Estados Unidos para bloquear decisiones que le son Adversas en el Consejo de Seguridad. La Organización protagoniza una incapacidad de actuación real al condenar frecuentemente las políticas israelís en los Territorios Ocupados, pero ser incapaz de llevarlo a términos de bloqueos comerciales o sanciones económicas.

De la misma forma se anteponen intereses económicos y estratégicos en las negociaciones con Marruecos, donde España es incapaz de condenar actos de violencia como la última invasión conocida al campamento de Gdeim Izik, o los conocidos abusos que se producen hacia los saharauis que habitan territorio ocupados, donde se producen encarcelaciones y desapariciones de disidentes saharauis desde 1976 y donde precisamente la prohibición de cobertura periodística revela actos de ilegalidad.

Pero ya no tenemos la excusa de no saber que en estos territorios se violan derechos humanos. La denuncia social es obligada y la exigencia de actuación de los organismos internacionales en representación de las naciones que dicen proteger y promulgar el Derecho Internacional, no puede continuar haciéndose esperar.

“Israel es el país que más resoluciones de la ONU incumple (…), después de Turquía, Marruecos es el tercer país con mayor incumplimiento de los acuerdos de la organización internacional”


“Vivimos con el temor de la destrucción de nuestra sociedad. El asedio de la Franja de Gaza es un crimen horrible. Quiero decir al mundo entero: no digáis que no sabíais nada”
Culture and Free Thought Association, Gaza


Fuentes consultadas:
“La limpieza étnica de palestina”, Ilan Pappé. Memoria crítica.
“El conflicto árabe –israelí”, T.G. Fraser. Alianza Editorial
Las raíces del Apartheisd en Palestina: la judeización del territorio durante el Mandato Británico. Ferran Izquierdo Brichs. Universitát Autónoma de Barcelona. Facultat de CC. Polítiques i Sociología.
Entrevista a Richard Falk, relator Especial de las Naciones Unidas para el conflicto árabe- israelí. Revista Pueblos, Martes 20 de abril de 2010.
www.portalplanetasedna.com, “Conflictos del siglo XXI”
http://www.un.org/es/documents/udhr/index.shtml
http://aisa-sahara.blogspot.com/2010/06/testimonios-de-saharauis-en-territorio.html
http://www.un.org/es/documents/udhr/index.shtml
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Israe/20090109
http://www.un.org/spanish/News/fullstorynews.asp
www.canalsolidario.org
www.acnur.org
http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti154.html

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